¿Cómo se le podría nombrar a este continente?.
Pregunta nada fácil de responder, sin
embargo en un paupérrimo intento de responder a esto, vinieron a mi mente
algunas otras preguntas, la primera de ellas: ¿Cómo llamarnos si muchos de
nosotros desconocemos todo el panorama de nuestras raíces?. Me gustaría empezar
por dar una definición que me parece importante, considerando que partiré de la
misma para exponer mi punto de vista ya que tiene ver con la materia que
estudiamos; Literatura “Iberoamericana”,
de acuerdo con la Real Academia Española y cito textualmente:
“Iberoamericano, na.
1. adj. Natural de alguno de los países de América
que antes formaron parte de los reinos de España y Portugal. U. t. c. s.
2. adj. Perteneciente o relativo a estos pueblos y a
España y Portugal.”
Es importante,
al menos para mí, entender que para nombrar de manera diferente a este, nuestro
continente tenemos que lograr, o al menos intentar tener una visión histórica mas amplia del mismo
considerando que lo que hoy se conoce como América existía desde antes de que llegarán a este
cúmulo de pluralidad culturar aquellos Españoles de quienes, enaltecidos sus
nombres, se les adjudica el descubrimiento de un nuevo continente, mismo ya
existía de manera independiente anterior a su llegada. Esté continente recién develado para la
cultura Europea, que tenía una manera
distinta de ver las cosas, al cual me atrevo a decir que le es arrebatada de
tajo esa identidad que por derecho les pertenecía.
Iberoamericano, vaya palabra, ¿Es acaso cierta
nuestra inexistencia antes de pertenecer
a España o Portugal?. Nuestro continente, desde mi punto de vista, es
considerado una entidad multicultural desde antes de la llegada de aquellos
representantes de Los Reyes Católicos, debido que a lo largo y ancho del territorio,
el cual abarca desde el Océano Glacial
Ártico hasta Cabo de Hornos en el extremo sur del Continente, coexistían
culturas y lenguas de diversa naturaleza, concepciones distintas a la visón Europea de la literatura, de la
memoria de los dioses y su relación con
el mundo.
Esta alteridad
que es mencionada en “LOS CIEN NOMBRES DE ÁMERICA” bien
podría ser una invitación a también nosotros ponernos en la posición del otro,
de aquel que llaman conquistador, de aceptar que somos la combinación de ambos, que somos conquistador y conquistado y
no por eso somos más o menos Americanos, ya que comparto la idea de que la identidad, en este caso de
nuestro continente, esta íntimamente ligada con la noción de cultura.
Quizá y podamos entender el hecho de ver el todo por la parte y la parte por el
todo, alguna vez leí una analogía que ejemplifica de manera pragmática lo
anterior: “ Todos somos pequeñas gotas de agua, que a su vez forman parte de un
gran mar” no por ser una gota, estamos exentos de ese mar al que pertenecemos como humanidad,
después de todo, esta idea que tenían los mayas de la dualidad y
complementariedad cabe muy bien en la frase “ yo soy tu, y tu eres yo”.
Rojas Mix cita
a un Sociólogo Italiano de nombre Vilfredo Pareto en un punto que me parece
interesante y es la idea sobre barbarie. Esta desemboca en deducciones
acerca de una serie de valores como lo
son el heroísmo visto como una defensa del civilizado por su “patria”, y la diferencia radical que
da el nombre de rebeldía al mismo acto cuando se trata de alguien que no
pertenece al mismo paradigma de civilización. ¿ Será acaso que los Españoles
vieron en los naturales un fuerte reflejo de conquistadores en lo que se
denominó como las Indias?.
Este estigma
que se viene cargando desde hace ya varios años, de ser el pueblo vencido, el
conquistado y las concepciones europeas acerca de nosotros, el
que nos vean como un continente atrasado o que carece de experiencia, va lavando de a poco nuestra identidad,
creando a su vez una concepción propia
de la misma através de esta alteridad
unilateral cuya consecuencia más grave, a mi manera de ver las cosas, es la de
nosotros mismos denostar o negar lo que había en este territorio antes de la
llegada de los colonizadores. Jean Paul
Satre en su libro “Reflexiones sobre la cuestión judía” invita al debate y a la reflexión cuestionando
la identidad del judío, y da una explicación de como es construida la identidad
del mismo mediante la visión de los que la construyen, lo cual curiosamente me
parece ser idéntico a la generación de identidad Latinoamericana, ya que en
ambos casos, esta supuesta identidad es dada por personas ajenas al la misma,
personas que desde una cultura distinta, buscan
la forma de que el otro, (en este caso el Continente Americano), se
adapte a o encaje en una cultura que no es la propia dando paso al desprecio
por aquello que es desconocido.
Desde mi punto
de vista, como estudiante carente
de un saber mayor acerca de la materia,
me permito decir que; Sí se tomara en cuenta el nacimiento de la literatura
como signo inequívoco de que existe una civilización, una lengua, una
cultura, y tomando en cuenta que la
literatura esta ligada de una forma no poco importante a la oralidad, me parece importante que nosotros los habitantes de esta, nuestra tierra, nos demos
a la tarea de investigar a profundidad, de empaparnos, no solo del conocimiento
que en los libros se encuentra, sino también de las culturas que tras muchos
años de una constante búsqueda por negarlas, han sobrevivido a los constantes
embates en favor de su desaparición para de este modo poder dar un nombre
certero a esta mezcla de culturas.
Soy esa
orgullosa mezcla y descendencia de culturas desaparecidas y herméticas, soy el
conquistado y el conquistador, soy oralidad, memoria y literatura, soy Atahualpa y Gómara, soy esta tierra manchada
de sangre y también soy el Inca, el Ibérico, aquel que quiere ver que es parte
de ese gran mar formado por más de una gota de agua.
FIN
FFyL- UNAM
- Valentina Quaresma, en El árbol
redondo: voces, rostros y raíces"
“…Y no nos dejes caer en la tentación
de olvidar o vender este pasado,
o arrendar una sola hectárea de su olvido,
ahora que es la
hora de saber quiénes somos
y han de cruzar
el río el dólar y su amor contra-reembolso
arráncanos del alma el último mendigo
y líbranos de
todo mal de conciencia…”
Amén.”
-Mario Benedetti (Un padre nuestro latinoamericano)
El sentido de ese pasado vivo y agitado,
parte de la noción común con que tantos historiadores, poetas, filósofos,
antropólogos y osados, han buscado interpretar la totalidad de un fenómeno, si no
telúrico sí terrestre, pero fundamentalmente social y cultural: el significado
de una América difícil de entender y definir.
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Perspectiva... |
Miguel Rojas Mix, en Los cien nombres de América: eso que
descubrió Colón, observa con cierta dulcificada ironía, las muchas
preguntas que han sido hechas sobre ese conflictivo punto en nuestra historia,
pero desde la insinuación alegórica del nombre. El nombre, como camino de
encuentro con el rostro, y con una memoria fragmentada, que en estos tiempos
revueltos, sigue sin responder al silencio. ¿Quiénes somos?
La cuestión del nombre,
excede el mero acto de denominar como forma limitativa. Y en el caso especial
de las múltiples realidades que conviven cotidiana o simbólicamente en estos
lares, el asunto es enfrentarse como individuos insertos en contrastantes
dinámicas grupales, a un sentimiento que sólo siendo vivido puede entenderse. Al
hecho de ser americano, hispanoamericano, iberoamericano, latinoamericano,
afroamericano, indoamericano… o hijo
de estas tierras, y como consecuencia, nieto de un vasto linaje histórico, cuyo
proyecto de futuro se encarna en la lucha constante contra la imposición de una
cultura del que observa, y no del que es observado (colonizador-conquistado,
amo-esclavo… y lo que sigue). Es imposible librarse de ese romántico idealismo
en que se cimentan utopías de lucha y transformación social, pero es cierto,
que la acción racional puede encausarse a la consolidación del encuentro con
esas identidades rotas. Claro, que las herramientas intelectuales y prácticas
para ello, deben partir del conocimiento de la imagen de nuestra América, como
me gusta pensar que Martí creería.
Creo que apostarle a un
nombre como intento de reconfiguración de esa identidad melancólicamente
distante, es una decisión de profunda sensibilización a una historia de
violencia en la que permea el sentido latente de racismo y oscuridad. Recuperar
un nombre, en medio de un desolador vaivén de eufemismos u ofensas descaradas,
es a todas luces, actividad que requiere mucha fuerza, pero sobre todo, que
pide la justa medida de dignidad y recuerdo… El entramado de odios, ha
pulverizado la cara del latinoamericano, obligándonos a sobrevivir, más que a
saber. Tan dura es la búsqueda de un nombre, tanto hemos tenido que resistir a
la lógica de la sinrazón autoritaria de una perspectiva ajena (la ajena que no
observa, sólo enjuicia), que establecer un diálogo entre pares, suele resumirse
al discurso superficialmente patriotero, de lo que estereotípicamente creemos
ser, pero sin escuchar las múltiples voces que palpitan en una sola América de
inigualables matices: porque somos y seremos la certeza única de la diversidad
y el mestizaje, de la tradición y la ruptura, la mezcla y lo cambiante, de la
lucha escrita en niveles diferentes. Sólo comprendiendo a Latinoamérica como
fruto y raíz de la diferencia que comulga con un pasado y destino común, de la
amable contradicción de cielos, lenguas, expectativas, oralidades y futuros,
podremos acercarnos a la palabra primigenia. Palabra en el sentido de
creación-fundamento de un todo que es tan diverso como el hecho mismo de ser
palabra en un continente cuyas ramas son las mismas raíces. Me gusta pensar en
Latinoamérica como un árbol redondo, con miles de ramas hechas raíces, miles de
rostros hechos recuerdos. Con la necesidad de volver a la historia, de
enfrentarse al nombre que arropa en realidad, todas nuestras representaciones
hermanas.
Y llegado este punto,
parece que ya he escogido un nombre…
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Perspectiva en todo punto... |
En realidad, la idea de
Latinoamérica me seduce por su firme combatividad al roce imperialista, y por
su paralela ternura de reconocimiento mutuo. De algún modo, me parece que
pensar en la latinidad de América es remontarse al punto común entre las
culturas americanas en su extensión continental no sajona, y las ibéricas como
referencia de origen, pero prestando especial atención a la historia, política
y personalidad de los pueblos americanos, con todo el escenario dicotómico entre
sometimiento y resistencia que esto implica. Me gusta pensar en una América
Latina, porque ésta no pelea con otras nociones de hispanidad, pero se
concentra en el humor de particular lucha americana, sin depender de España o
Portugal, y sin dejar de reconocerlos como países cercanos en un contexto de
fraternidad intercontinental y cultural. En América Latina, como nombre, como
expresión, como idea histórica de presencia, conviven y convergen muchos otros
nombres. En ella está lo hispánico, lo ibérico, lo afro, lo indígena y los
respectivos rostros de los cientos de habitantes y constructores que existen y
hacen existir esa constante de lucha y esperanza. Y esa palabra de vida, ese
acto de liberación por y para la expresión, es lo que identifico como literatura.
Literatura latinoamericana… como conjunto, como principio y fin, como camino,
como conciencia, como respuesta rebelde, como secreto a voces, como esas voces
hablando bajito… y gritando con tonos diferentes de color y sentido. Como
astucia, creatividad, picardía, serenidad. Como la suma de todo eso, y el
tiempo.
Don Mario Miranda
Pacheco, catedrático de la UNAM en Estudios Latinoamericanos, solía afirmar que
…Somos algo
distinto a la sumatoria de ingredientes indígenas, africanos y europeos… la vitalidad
de la realidad cultural de América Latina, es causa y efecto de nuestra
adscripción colectiva. La cosmovisión compartida por nuestros pueblos,
constituye el fundamento dinámico de nuestras culturas nacionales. Por ello
somos unidad y también pluralidad…
Dicha pluralidad, es la contrastante y
sorpresivamente armónica diversidad con que las muchas ideas latinoamericanas
conviven diariamente, gracias a la amplia manifestación literaria de nuestros
pueblos: Así como han existido tantos constructos que pretenden explicar el
implacable vigor de estas tierras metafóricas, la literatura latinoamericana ha
experimentado (y lo seguirá haciendo) una drástica, divergente, alterna y
agitada gama de posibilidades creativas, en géneros, intenciones y formas de
lucha.
A manera de conclusión,
me permito hacer hincapié en la posibilidad de elección: elegir un nombre.
Elegir recuperar una memoria dolorosamente desgarrada. Elegir reconocer un
pasado vivo que se teje con la potencialidad de un futuro alentador. Elegir
volver a la palabra y con ella, a la sabia y diversa noción literaria
latinoamericana de éstos, nuestros rumbos –los tuyos y los míos-.
Tomar una decisión, es
parte de esa exploración individual, que invariablemente nos hará saber que
formamos parte de un todo, que depende del uno que soy, del otro que eres,
del todos que somos como
colectividad. Nuestra diversidad está construida en todas esas voces, y en la
decisión.
Por eso insisto en la
noción de latinidad de América, que comulga con la concepción de hispanidad e
iberismo, reconoce y defiende las perspectivas netamente americanas, y no niega
su evidente dejo romántico-idealista, pero tampoco traslada lo europeo al eje
de análisis americano, sino que recompone los imaginarios propios de su centro.
Sé que esa es la lectura que hago de una búsqueda personal de significado, y la
construyo como respuesta no sólo a mi historia como latinoamericana, sino como
hija de un padre brasileño y una madre mexicana. Escribo estas líneas, pensando
en un pasado al que decido volver constantemente. Porque eso soy y vivo:
dualidad y encuentro. Asimismo, comprendo que otros emprendan su periplo único
por el sentido…y lo celebro, pensando que no importa cuál sea la denominación
que vistamos, mientras el nombre nos remita al punto común en que somos y nos
reconocemos, a la luz de la justicia y la esperanza. Como iberoamericanos, como
hispanoamericanos, como latinoamericanos…
Como somos.
FFYL-UNAM
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